Qué mejor día para insertar la crónica de los actos del
centenario de Carlos VII en Trieste, que esta fiesta de Santiago el Mayor, Patrón de las Españas, a quien tanta devoción profesaba el Rey caballero, que impuso su nombre a su único varón y heredero, Don Jaime (a la derecha, en uniforme del Ejército imperial ruso).
Actos en Trieste en los que tuvo destacada presencia el
Círculo Cultural Antonio Molle Lazo, con la presencia de su
presidente y su secretaria, así como de varios carlistas madrileños y castellanos.
Trieste, 18 julio 2009 [
FARO]. Lo habíamos anunciado. La
Comunión Tradicionalista no podía dejar de conmemorar dignamente el
centenario de la muerte del Rey Carlos VII. Y, con la ayuda de Dios, así ha sido. Aunque la realidad ha mejorado las expectativas.
Más de cien personas en total han participado en los actos desarrollados en Trieste el pasado viernes
17 de julio, en presencia de
S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón. A su llegada a Bolonia, el Duque de Aranjuez fue recibido por el Delegado de la Comunión Tradicionalista en la Península italiana, doctor Maurizio Di Giovine, y por la profesora de la Universidad de Perusa Dianella Gambini. Tras varias paradas en el camino, al objeto de visitar distintos lugares, algunos ligados a la historia del Carlismo, llegaron a Trieste en la tarde de la víspera, festividad de la Virgen del Carmen, bajo cuya protección pusieron la organización. Ya en la espléndida ciudad adriática, puerto que fue del Imperio austro-húngaro, instalaron el cuartel general en el hotel tradicional situado en la hermosa plaza que se abre sobre el mar y cenaron con algunos de los carlistas españoles que empezaban a llegar desde distintos puntos de la Península Ibérica.
En la mañana del viernes, se desayunaron con la
noticia dedicada a los actos por el periódico local
Il Piccolo y diversas emisoras de radio. Después de una rápida visita de algunos de los muchos lugares de la ciudad cargados de recuerdos carlistas, miembros de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón trabajaron con el Regente en la conclusión de sendos documentos llamados a entrar en la historia del Carlismo. Almuerzo rápido y frugal en la típica «trattoria» del paseo marítimo «Alle bandierette», y primer encuentro en el Palazzo Gopcevich, uno de los más bellos de la ciudad, a orillas del canal que desemboca en el mar ya cercanísimo. Allí, en uno de los salones de que el Ayuntamiento de Trieste dispone para los actos de mayor relieve, bajo un sol de justicia en un día en verdad espléndido, empezaba a las 16 horas el
congreso internacional «El Carlismo español y la Trieste de los Habsburgo». El concejal de cultura del Ayuntamiento, doctor Massimo Greco, dio la bienvenida a los presentes, mostrando su satisfacción por haber podido participar en la organización del congreso con el
Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y saludar a S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, sentado en primera fila rodeado de algunos de sus más cercanos colaboradores.
A continuación, la profesora
Dianella Gambini, coordinadora de la sesión, en breve y rica exposición, presentó las claves del tema y los ponentes. Comenzó en castellano el historiador
José Antonio Gallego, que centró la figura del Rey Carlos VII en la historia del Carlismo y resaltó cómo representa el momento de su madurez, entre la vivencia de los inicios y la teorización posterior. Siguió, a continuación, en lengua italiana, el historiador napolitano
Francesco Maurizio Di Giovine, que ilustró las estrechas conexiones del Carlismo español con la Península italiana y en particular con Trieste, claro está, pero también con el Ducado de Módena y el Reino de Nápoles. Alterándose el orden inicialmente programado habló, en tercer lugar, el director científico del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, profesor
Miguel Ayuso, quien alternando castellano e italiano trató de la misteriosa vigencia –en su aparente inactualidad– del tetralema «Dios-Patria-Fueros-Rey». Finalmente, el decano de la Facultad de Derecho de la cercana Universidad de Údine, profesor
Danilo Castellano, tuvo una lección magistral en su italiano límpido sobre la conexión necesaria entre monarquía y legitimidad que ya había anticipado en su anuncio de comunicación al
congreso de los 175 años del Carlismo, el mes de septiembre del pasado año.
Terminado el seminario cerca de las 18:15, una buena parte de los numerosos participantes, que se comenzaron a tocar con boinas rojas y blancas, se encaminaron a la Catedral de San Justo, donde esperaban otros amigos, y donde en la puerta se fueron formando numerosos y animados corrillos que mezclaban con frecuencia castellano e italiano. Cerca de las 19 horas fueron ocupando las sillas dispuestas al efecto mirando al altar de la capilla de San Carlos Borromeo, primera de la nave de la epístola, donde están enterrados los restos del Rey Carlos VII y de sus antecesores los Reyes Carlos V, Carlos VI y Juan III, la Princesa de Beira y otros miembros de la Familia Real española. El altar estaba adornado con el «paliotto», o revestimiento delantero, que lleva bordadas las armas de España y las iniciales del Rey Carlos VII y su mujer la Reina. Monseñor
Ignacio Barreiro, capellán del Papa, y nuestro también, por qué no, salió igualmente revestido de antiguos ornamentos litúrgicos que llevaban las armas de España, contrastando con el negro fúnebre. Cuando sale, apenas ha ocupado su sitial en la presidencia S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, mientras que frente a él se sitúa el joven Miguel Gambra, que porta la bandera del
Tercio del Rey, con restos de sangre, de nuestra Cruzada de Liberación, traída con cariño por Íñigo Pérez de Rada. Momento sin duda emocionante, pues Don Sixto Enrique presidía la Misa de aniversario del centenario por Don Carlos VII en el mismo lugar donde cien años antes su padre, que luego sería el Rey Don Javier, había ocupado también un puesto en la presidencia de los funerales. La diferencia, quizá, radicaba en que esta vez, a diferencia de aquélla, y no hay más que leer –quien quisiere– las páginas del Melchor Ferrer, Don Sixto Enrique se encontraba solo, sin otros príncipes reales. Aunque, eso sí, rodeado de leales. La liturgia, pese a alguna dificultad gracias a Dios al final solventada, se celebró en el rito inmemorial de la Iglesia codificado por San Pío V, y no faltó detalle, como el de los misales entregados a los asistentes con el común y el propio de la «Missa in anniversario defunctorum», «en sufragio de S.M.C. Don Carlos VII, Rey legítimo de las Españas». Monseñor Barreiro pronunció un hermoso sermón sobre el profundo sentido católico del Carlismo, con referencia al pensamiento político-religioso de Don Carlos VII. Al alzar rindió la bandera el alférez. Finalizada la Misa un coro gregoriano venido de Venecia y Bolonia, procurado por nuestros queridos amigos de «Una Voce», la doctora Alessandra Codivilla y el profesor Fabio Marino, respectivamente presidente de la asociación de Bolonia y coordinador de las asociaciones de las Venecias, ambos presentes en los actos. Tras despedirse del párroco, Monseñor Giorgio Carnelos, que saludó al Duque de Aranjuez, los presentes se congregaron en la puerta para cantar el Oriamendi.
En este Escorial legitimista en el exilio, se encuentran a disposición de los visitantes unos folletos, gentileza de la
Fundación Ignacio Larramendi, que explican en tres idiomas (español, italiano e inglés) el significado de la capilla y los restos que allí reposan.
Desde San Justo, de nuevo hacia el paseo marítimo, al
Club Náutico Adriaco, uno de los más característicos y relevantes de la ciudad, para la cena de clausura, con platos típicos de pescado y excelentes vinos locales. El presidente, Nicolò di Manzini, se hizo presente para saludar a todos y, en especial, al Abanderado, quien en la mesa presidencial sentó, entre otros, a la profesora Dianella Gambini, a Monseñor Ignacio Barreiro, al Marqués de Jaureguizar, a Luis Infante, a José de Armas y al profesor y conde Salvatore Olivari de la Moneda. Buena representación de academia, clero, nobleza y gobierno. En una segunda, con Maurizio Di Giovine y su encantadora esposa Anna, se sentaban –también entre otros– el doctor Giovanni Salemi y una representación de tradicionalistas meridionales, además del profesor milanés Giuseppe Manzoni di Chiosca y su hermana. En la tercera, junto al director del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, veíamos –por una parte– a José Antonio Gallego, Íñigo Pérez de Rada y Ana Enríquez, y –por otra– a las profesoras Marina Carrese y Mariolina Spadaro. Otro grupo, formado por Soledad Pérez de Sevilla, María del Carmen Palomares y Pilar Badiola, se juntaba en una cuarta mesa con la triestina Maria Novella Lopell y otras damas y caballeros de la región. La quinta mesa reunía a los miembros de las
Juventudes Tradicionalistas (entre ellos Javier Martínez-Aedo, Miguel Gambra, Jorge de la Puente, Fernando Andina, Raúl Bolívar, etc.) con otros jóvenes italianos como Benedetta Di Giovine. En diversas mesas se veía también al secretario del CEH Felipe II, profesor Juan Cayón, a Estanislao García, a Eduardo Fernández-Pintado, al General De Bernardini, a Luigi De Rosa, etc. Cerraron la cena un brillante brindis de José de Armas y las palabras, intensas, agudas y penetrantes, de Don Sixto Enrique de Borbón.
Son muchas las asociaciones tradicionalistas que se quisieron hacer presentes: «Una Voce», por medio de los representantes antes mencionados y del excelente coro; Cooperativa Editorial Il Giglio, a través de la profesora Marina Carrese; Fraternità Cattolica, con su animador el profesor Giovanni Turco; Asociación Italia-Austria, con la doctora Lopell; Comité de los Congresos Tradicionalistas de Civitella del Tronto, a través de la adhesión de su presidente el profesor Paolo Caucci y de su alma Maurizio Di Giovine, de los que no es preciso decir nada más; Comité de los Congresos conmemorativos de la Batalla del Volturno, con el doctor Giovanni Salemi;
L’Alfiere, de Nápoles, con la adhesión de su director, Edoardo Vitale;
Instaurare Omnia in Christo, de Údine, con su director el admirable profesor Castellano;
Lettera napolitana, también con la presencia de su director y querido amigo;
The Roman Forum, por medio del profesor John Rao, quien quería asistir con una amplia compañía y que no llegaron a tiempo;
Tradizione, de Milán, con su subdirector el profesor Manzoni; Centro Bibliográfico Charles Maurras, del que siempre recordamos con cariño a Enzo Esposito desde su presencia en el gran acto madrileño de la Comunión Tradicionalista contra la Constitución Europea; Centro Tradizione e Comunità, de Modugno, fundado por el que fue nuestro entrañable amigo Pino Tosca (s.g.h.), con la adhesión de Sara Carnicella; Confraternità di San Giacopo, delegación de Lombardía, con la presencia de su responsable, etc. Numerosísimas las adhesiones personales de amigos de Chile, Argentina, Uruguay, Perú, Brasil, Colombia, Méjico, Francia, Portugal y Polonia. Tantísimas españolas, que es mejor ni siquiera mencionar, para evitar agravios, de todo tipo. E italianas: además de las dichas, y de otras numerosas, que se nos disculpará ahorremos, las muy importantes del fiscal de Perusa Giuliano Mignini, el profesor florentino conde Giorgio Cucentrentoli di Monteloro, el mayor historiador del Gran Ducado de Toscana; así como la del marqués Benedetto Patrizzi y su mujer, sobrina de Carlo Francesco d’Agostino, el mayor azote –como es sabido– de la democracia cristiana italiana durante más de cuarenta años.
Al día siguiente, sábado
18 de julio, aniversario de la muerte de Carlos VII y del Alzamiento Nacional de 1936, se reunió en Capítulo la
Orden de la Legitimidad Proscrita, donde S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, Gran Maestre, anunció que se había dignado crear caballeros de la misma a Monseñor Ignacio Barreiro, a los profesores José Miguel Gambra y Danilo Castellano, y a los señores don José de Armas, don José Antonio Gallego, don Luis García Gallardo y don Luis Infante.
Finalmente, acompañado por el jefe de su Secretaría Política, el Delegado en la Península italiana y la profesora Gambini, volvió hacia Bolonia, pasando antes por el Cataio, palacio fortificado cercano a Padua, propiedad que fue de los Duques de Módena, donde el Rey Don Alfonso Carlos vivió con su madre de niño y del que decía que era el lugar donde más feliz había sido. Tras una cena en la hermosa ciudad universitaria, con varios importantes tradicionalistas de la localidad, al día siguiente regresó a París, no sin antes ser despedido en el aeropuerto por el séquito que hasta entonces le había acompañado.
El mismo día 18 todavía llegaba a Trieste otro pequeño grupo de carlistas, que también visitaron el Cementerio de Santa Ana, el palacio de la vía del Lazzareto Vecchio y la Catedral de San Justo, donde oyeron misa celebrada por Monseñor Carnelos en la Capilla de San Carlos Borromeo. Procedían de Venecia, donde visitaron diversos lugares de interés carlista y fueron recibidos por el Presidente del Consejo Comunal de Venecia, Renato Boraso, a quien entregaron una placa con la leyenda
«La Comunione Tradizionalista Carlista alla città di Venezia, in segno di gratitudine per l’accoglienza di Don Carlos VII, Duca di Madrid, Re legittimo di Spagna, durante il suo esilio tra il 1881 e 1909. Venezia, 18 di Luglio 2009, nel Centenario della morte di D. Carlos VII de Borbón».