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Adoración de los Reyes Magos, por Francisco Bayeu (1791)
Oratorio del Rey, Palacio Real de Aranjuez
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Pues esa parte restante de las viejas Españas, situada en la península ibérica, sufre desde hace tiempo un nuevo acoso, doctrinario al inicio, real al final, del enemigo europeo. Una Europa que no es sino el subrogado secularizado de la vieja Cristiandad, de la que las Españas fueron parte primero, continuación después y relicto hoy que no permanece sino en pequeños grupos fieles a una civilización de base católica, comunitariamente vivida, en ocasiones contra las propias jerarquías de la Santa Iglesia Católica, cuyo designio pareciera ser completar la revolución liberal, llevando a sus filas a quienes secularmente y hasta el momento le han sido refractarios. Por eso el discurso en pro de una «laicidad» no «laicista», círculo cuadrado del liberalismo de matriz anglosajona, hoy tan en boga en ambientes quizá sanamente conservadores, pero objetivamente cómplices con el error liberal, a través de sus conocidas (también por sus efectos destructivos) versiones de los sedicentes liberalismo católico y democracia cristiana, en buena parte dirigidos por quienes alguna vez militaron bajo nuestras banderas, pero les faltó la esperanza.
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El Carlismo, anclado en la mejor tradición católica, tiene mucho que decir en la situación presente de España y de los pueblos hispánicos. Son muchos los que, angustiados, no saben sin embargo qué camino tomar, y lo hacen a través de respuestas infundadas, puramente reactivas o simplemente inconducentes al fin de orientar de nuevo el rumbo de nuestros destinos colectivos. A ellos también llamo a venir a nuestras filas. Donde no se encuentran puros proyectos de coyuntura, tantas veces prolongados en el tiempo sólo por romanticismo, pero que no guardan ni verdadera sustancia teórica ni adaptación a la entraña de nuestra constitución natural. Donde, sin embargo, se halla el servicio perenne a Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo y Señor de las Españas. En torno a esa realeza social se concreta el gran debate de todos los tiempos, que se presenta insuperable en nuestros días. Que el Niño de Belén, manifestado a los gentiles en los Reyes Magos, nos acompañe este nuevo año en medio de nuestros quehaceres y tareas para la venida de Su Reino.