El Cardenal Joseph Ratzinger ha sido escogido en el día de ayer como nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia adoptando, contra todo pronóstico, el nombre de Benedicto XVI. Joseph Ratzinger ha Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante muchos años, lo que le ha valido apelativos de todo tipo. Prolífico escritor, es considerado por muchos como un hombre de una gran talla intelectual, humildad y amor a la Verdad hasta el punto de que su lema como cardenal ha sido el de "Cooperador de la Verdad".
Compartimos el gozo de toda la Iglesia por el nombramiento del nuevo Papa, confiados en que Dios, por mediación de su hijo Nuestro Señor Jesucristo y María Reina, le concedan la gracia para ejercer su ministerio y le guíe para hacer frente a los nuevos retos que la Iglesia tiene ante si.
Las reacciones de la progresía mediática y de ciertos teologos (sic) modernistas, no hacen sino alegrarnos más aún por el acierto de su elección y hacen aumentar nuestras esperanzas de vivir un pontificado en el que la Tradición y el Evangelio sean sus verdaderos pilares y en el que se ponga coto definitivo a los abusos litúrgicos y doctrinales que han surgido con el postconcilio:
"Ideologías y sectas. Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo."